Desde el infierno
Siempre se agradece que un colega te pida unas palabras para sazonar con algunos elogios su obra reciente. Y digo elogios, porqué si soltaras malsonantes improperios sobre el trabajo que con tanto mimo realiza un autor amigo, tiraría de inmediato tus palabrotas al cubo de la basura, maldiciendo tus huesos y corriendo en busca de otro amiguete menos cabronazo y dispuesto a un generoso lametón sobre los últimos hallazgos pergeñados por su alma de artista.
Concretando ¿se puede elogiar la obra de un ciudadano, copiador compulsivo del estilo de otro semejante, que en lugar de crear se lanza a garabatear monigotes ajenos?
Ante cuestiones de tal calibre, y siendo como somos el resultado de una civilización greco-romana-judeo-cristiana, nada tan adecuado como recurrir a la Sagradas Escrituras para buscar en alguno de sus pasajes un poco de luz.
¿Recuerdan la parábola de los talentos? La cuenta Marcos en su Evangelio. Un rico ciudadano, al iniciar un viaje dejó a uno de sus criados cinco talentos, a otro dos, y a otro uno, con el objeto de que sacaran de ellos algún provecho. Los dos primeros negociaron con el dinero y devolvieron a su señor el doble de lo que les había dado, y por ello fueron premiados. En cambio, el tercero se quedó con el talento recibido, lo guardó en lugar seguro y lo devolvió a su señor cuando regresó, tal cual lo había recibido. La reprimenda fue gorda, y el tipo fue sancionado por negligencia, por no hacer buen uso de su talento.
Parece que desde aquel entonces, talento es sinónimo de inteligencia, o quizá mejor, el talento es el buen uso que hacemos de un recurso.
Si uno es un manta o es vago por naturaleza, la capacidad creativa duerme tan pancha. Sólo una mente despierta tiene recursos y precisamente el talento consiste en saber jugar bien con los recursos que se tienen.
Y de recursos los comiqueros sabemos bastante. Nuestra especie se divide principalmente en creativos y recreativos. O al menos eso me parece, ya que los primeros suelen ser autores de personajes propios y los segundos, artesanos de gran valía, capaces de dar vida a seres creados por otros. Por citar algún ejemplo tenemos el caso de Walt Disney, cuya obra ha sido continuada y recreada por miles de artistas que han superado en ingenio al propio creador.
Algo parecido tenemos en las tiras de Fan Hell nacidas en el mítico foro de Fanhunter “The Web Bunch”. Dos fans letales creados por Cels Piñol adquirieron forma humana, uno en Sevilla y otro en Barna City, se conectaron por telapatía y emularon al maestro Cels y sus gags protagonizados por narizones. Adri Ortiz y David Llort, que así se llaman los macrofrikis convertidos en autores, recrean el universo celsiano con su mirada particular y son capaces de levantar historietas en las circunstancias más adversas. Y ahí está el mérito: pensar unas tiras desde el infierno cotidiano, barruntadas con el ajetreo diario, mientras viajas apretujado en el metro o retumba en tus oídos el estruendo de varias fotocopiadoras funcionando a la vez; unas tiras para dibujar de madrugada, cuando los duendes pueblan el éter de ideas en busca de autores sedientos de aventura.
Conozco un montón de dibujantes y guionistas, desde los tiempos en que mi trabajo en Planeta me permitía ver montones de carpetas de autores noveles que a diario presentaban sus muestras dispuestos a escuchar un ¡Tú si que vales! que les abriera las pesadas puertas que separan de la calle la industria editorial.
Adri Ortiz y David Llort llegaron después de que la Línea Laberinto iniciara el sueño de los justos y nuevas líneas y autores se cocieran a fuego lento ante los ojos atentos de la mercadotecnia.
Adri y David se han formado en la adversidad, van y vienen trabajando en diversos oficios, pero sus personajes, exCelsos por naturaleza, siempre están ahí, esperando que los retomen de nuevo , porqué los autores crecen más deprisa que sus personajes. Ellos son siempre adolescentes o siempre niños, y sólo pueden crecer cuando los mima su autor. Disfrutad de Fan Hell. Adri y David os necesitan para hacer buen uso de sus talentos y seguir recreando narizones.
Pere Olivé